Oye, mi bien, yo soy feliz
Llevando el mal y mi dolor
Pues un tesoro guardo aquí
Que me acompaña con amor
Y ese tesoro es para mí
vida, dulzura en mi aflicción.
Tengo una madre amante y fiel
Que Dios me dio con tanta unción
Ya ves, mi bien, feliz yo soy
Llevando el mal y mi dolor
- Rosa Restrepo Mejía, Dolor que canta.
Llamé a Agua de Dios "La Tierra prometida". Construimos nuestra alegría. Creamos un pueblo que superó tanto el dolor, como el luto.
A mí en los colegios me fue como a los perros en misa, como ya le había dicho antes. Pero los curas tenían una biblioteca grandísima en la que desarrollé mi alma sensible.
Había un señor muy enfermo de las manitas, pero eso no lo frenaba. Teniendo un lápiz amarrado con un caucho entre ellas, nos enseñaba, literatura, caligrafía.
En esa misma biblioteca trabajaba para el cura Pedro León, quien me pagaba con alguna platica y con arrumes de periódico. Con estos armaba pelotas, con papel o trapo, que se amarraban con cabuya, que es como le decimos a las sogas, o alambre.
Yo era afiebrado a las historietas. En unas cajitas, con papel celofán y un rollo con engrudo, armaba mis propias películas. Les colocaba un espejo para que reflejaran con el sol y así armaba las aventuras de El Llanero Solitario.
Carlos Cardona López observa las historietas que recortaba de los periódicos locales en un carrusel casero hecho de cartón en Agua de Dios.
Mi deleite personal era leer los periódicos. Mis ojos devoraban las tiras cómicas con rapidez. Pasé de las risas de las historietas, a la absurda realidad de Colombia.
Sí. Creo que fue ahí cuando me empezó a interesar, curiosamente, la violencia que se vivía en el país: en esa época, entre 1946 y 1958 principalmente, se mataban entre liberales y conservadores, en un constante derramamiento de sangre por alcanzar el poder político.
Era un periodo en el cual no se sabía el momento en que a uno lo podían atacar, así de la nada, o las razones por las que, solo por llevar un trapo rojo o azul, alguien era asesinado.
Y resulta que al ver tanta tragedia, las personas de la biblioteca me dijeron que era bueno que leyera artículos de la tercera página del periódico El Tiempo. Ahí había columnas de opinión de gente que escribía bien.
Además conocí la poesía de la pluma de José María Vargas Vila, uno de los escritores más críticos y recordados de inicios del siglo XX. En esos escritos hermosos también encontré las ideas liberalistas radicales que tanto seguí. Con Julio Flórez Roa, poeta que se destacó por la sensualidad en sus letras, establecí una base como un buen lector. Tal vez por eso hablo con tanta descripción y romanticismo en mis palabras. Le ruego me perdone, pero siga leyendo.
En Agua de Dios encontré muchos libros sobre Hitler, las guerras de la humanidad, las historias de los escandinavos y de los rusos por apoderarse del mundo.
Fui lector de cuanto libro marxista caía en mis manos. Esos libros de guerra e historia universal estaban por encima de las demás lecturas.
Y si el deporte abrió las puertas de Agua de Dios, la cultura lo hizo inmemorable.
También, desde 1870 hasta la época actual han existido más de 30 periódicos en Agua de Dios, dirigidos por personas con inquietudes políticas y culturales.
Todo esto siempre será un orgullo para el municipio, porque significa que superamos la tragedia de la enfermedad.
Al contarle todo esto, me da mucha nostalgia, porque me siento como quien va en el desierto y se va quedando solo… buscando el oasis. No encuentro ya con quién decir: “Se acuerda, hermano, cuando nos pasó esto hace 40 o 50 años”.
Tal vez por eso les cuento todo esto...
En fin, Agua de Dios es pluricultural, no solo por la gente que viene de todas partes, sino por la riqueza artística que tiene nuestro municipio.
Así es, la lectura me dejó verlo como mi hogar. En esos ideales que leí encontré una razón, una fe para creer en el progreso.
Carlos Cardona López leyendo el periódico El Tiempo en la biblioteca de la comunidad salesiana de Agua de Dios.
Somos un pueblo de arte y memoria que nació con el dolor. Recibimos al insigne compositor santandereano Luis Antonio Calvo, y a otros literatos, escritores, periodistas y pintores como Adolfo León Gómez, Adriano Páez, Rosa Restrepo Mejía y Carlos Muñoz Jordán.
Y éramos tantos que nos organizamos en lo que llamamos “colonias departamentales”: un intento por construir un municipio habitable y aceptable.
En esa época había un inspector que dirigía el municipio y un intendente encargado del sanatorio. Ellos dieron el permiso para que empezáramos a contactar a nuestros lugares de origen. Así fue que se crearon colonias de Boyacá, Santander, Medellín, Chocó, entre otras.
En Agua de Dios la mayoría de enfermos venían de Boyacá, departamento colombiano del centro del país. Decían que el bacilo de Hansen les daba porque comían muchas habas, una de las hortalizas que más consumían. Eso no era verdad, claro, pero casi la mitad de los enfermos eran de esa tierra; después estaban los santandereanos y, en tercer lugar, los cundinamarqueses.
De la Costa también había muchos enfermos. Yo fui presidente de la colonia quindiana, con quienes dialogué, pero no logré ninguna ayuda. De hecho, nunca recibimos un solo peso de mi región.
Así empezamos a cobrar vida, a ver más conexiones con nuestro país, a tener un nombre propio y a amar Agua de Dios, porque hasta ese entonces éramos como Judas: negábamos lo que decíamos amar. Tenía amigos que eran llevados a la universidad, a estudiar o a trabajar, y decían que eran de Girardot, para esconder su lugar de origen. Eso ya quedó en el pasado.
Celebración del desfile cultural de las colonias departamentales en el Edificio Carrasquilla de Agua de Dios.
Los miembros de las nuevas generaciones no saben del terror, de la tragedia, por la situación que se vivió. Hace 30 años decir el nombre de Agua de Dios causaba verdadero susto. Algo que ya no ocurre.
¿Cómo lo logramos? A la par de nuestra cultura, lo hicimos encontrando nuestra voz política. Fueron procesos largos que merecen un par de cartas adicionales, porque hubo debates, marchas, reuniones.
Año a año fuimos obteniendo victorias inmensas, como, cuando en la década de 1990, Ernesto Samper Pizano subió a la Presidencia y, porque hablamos con él, prometió que subiría el subsidio de los pacientes de lepra a un salario mínimo.
En esos momentos también se logró que Rosalba Garcés Betancur y Carlos Enrique Pineda ocuparan curules en la Cámara de Representantes. Ellos le recordaron a Samper que cumpliera lo que había prometido y, a su vez, promovieron el proyecto de ley que dio origen a las colonias departamentales.
En 1997 llegó una invitación a los dos sanatorios de Agua de Dios para ir a la Casa de Nariño. Samper hizo la presentación del proyecto y escribió su correspondiente firma. Eso vino a redimir la situación precaria de los enfermos. Teníamos, por primera vez, un ingreso de dinero que nos daba cierta libertad.
Las colonias departamentales fueron nuestra puerta hacia un ingreso más alto, hacia la cooperación con nuestros municipios que tanto nos habían despreciado en el pasado. Era reencontrarnos con nuestras raíces, con nuestra sangre. Pero, a su vez, era definir nuestro hogar. Agua de Dios ya no solo nos acogía, se convertía en nuestro orgullo y futuro, del cual hablaron muchos poetas que hoy le quiero mostrar...
Presentación sobre poetas destacados que vivieron y escribieron sobre la cultura y el espíritu de la población de Agua de Dios.
En las calles de este pueblo se respira arte. ¿Qué le da vida? Ya no solo compartimos un dolor, sino también una idea de futuro, una lucha por reencontrar nuestros derechos y nuestro papel en la sociedad. El arte nos sensibilizó el alma, nos dio una forma de ver belleza en este pueblo que por muchos años solo conoció la enfermedad.
Amo muchísimo la cultura. Aquí hay vivencias que nos hacen despertar esa alma silenciosa, que expresa mejor lo que siente el cuerpo.
Y a eso lo llamo la metamorfosis de este pueblo. Al dolor lo transformamos en belleza. Pero sin estancarnos, sin creer en causas violentas, sin dejarnos perder por la política del país.
Hasta una próxima carta,
Carlos.
Agua de Dios, con sus narrativas cambiantes entre el dolor y la esperanza, fue un punto de exploración de la lírica y los sentimientos, dejando un legado aún por explorar de escritores, pintores y poetas, testigos de la transformación social, cultural y espiritual de su gente. Esto llevó a que el municipio sea conocido popularmente, por lo menos desde 1996, como la capital cultural del departamento de Cundinamarca y le ha permitido convertirse en un territorio de potencial para el desarrollo turístico y artístico, tanto así que mediante la Ley 1435 de 2011 se declaró al pueblo como patrimonio histórico y cultural de la Nación colombiana, dando reconocimiento al aporte a la conservación de la memoria y la infraestructura, con la protección de 15 construcciones que han marcado el desarrollo de la comunidad.
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Créditos
Reportería, textos y elementos multimedia:
Alejandra Ramírez Valbuena,
Maria Valentina Chica Guaca, Danna Camila Muñetones Ortiz y
Juan Nicolás Barahona Espinosa.
Asesor de la investigación:
Juan Camilo Hernández Rodríguez
Ilustraciones:
Cristian Felipe Herrera Duque - @cristofer215
Agradecimientos a
Luis Carlos Cardona López y su familia; María Stella Rodríguez, profesora de la Pontificia Universidad Javeriana y doctora en Teología; María Teresa Buitrago, enfermera, especialista en epidemiología y administración de salud ocupacional; Mónica Stella Jiménez Osorio, coordinadora del Centro Histórico Salesiano; y Hernán Moya Ortiz, historiador, curador del Museo Médico de la Lepra y miembro del equipo del Archivo Histórico del Sanatorio de Agua de Dios.
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Para este capítulo se consultaron los libros "Apuntamientos para la historia de Agua de Dios 1870 - 1920", publicado en 1925 y escrito por Antonio Gutiérrez Pérez; "De Agua de Dios al Mundo", publicado en 1991 y escrito por el padre Julio Humberto Olarte Franco; y "Pinceladas de Agua de Dios", publicado en 2002 y escrito por el poeta y pintor José Ángel Alfonso.
Capítulo 5:
El dolor también canta