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A la sociedad, "La juventud" (...)

¡Oh juventud, que de la Patria mía
eres honor y orgullo y esperanza!
Ella entusiasta su esplendor te fía,
en pos de gloria al porvenir te lanza.

Haz que de ese profundo
y letárgico sueño se levante,
y, entre el aplauso inteligente, al mundo
el gran hosanna del Progreso cante.

- Fragmento del poema "La Gloria del Progreso" (1873) de Salomé Ureña. 

Ancla 1
 

Para aquellos que sufrieron y lucharon por una Agua de Dios próspera sería un honor ver que hoy somos un municipio con servicios de calidad, medios de transporte, trabajo, seguridad y cultura, algo impensado cuando estuvimos en el encierro. No ha sido gratuito que la oscuridad, el dolor y la incertidumbre sean parte de la historia y, a pesar de ella, sigamos con la convicción de siempre hacer presente el desarrollo, con la dignidad de quienes han defendido y valoran lo que son y lo que tienen.

 

De hecho, en 2019 fuimos calificados por la Contraloría departamental como un municipio sostenible, uno de los pocos pueblos que tiene lo que los economistas llaman supéravit: es decir, mayores ingresos que gastos.

El trabajo cultural que hicieron las comunidades religiosas para devolvernos algo de dignidad en el pasado se ha continuado y somos exponentes de música y baile. También, la biblioteca del municipio ha sido destacada en la Red Departamental de Bibliotecas Públicas de Cundinamarca.

 

Agua de Dios es la ciudad de la esperanza, es centro de las artes en el departamento, es tierra donde se pueden sembrar mañanas.

Pasamos de no tener una vía de acceso a tener tres grandes vías para ingresar al pueblo, conectadas con buses intermunicipales que salen desde grandes ciudades como Bogotá. Si quiere venir a visitarnos, lo puede hacer por las vías de Bogotá- Mesitas-Tocaima-Agua de Dios, vía Bogotá- Silvania-Ricaurte-Girardot-Agua de Dios o vía Bogotá-La Mesa-Tocaima-Agua de Dios.

 

Estas grandes transformaciones iniciaron, en toda su forma, cuando por fin tuvimos derechos, en 1961.  

 

Antes de esa época estábamos cansados de que no fuéramos tratados como ciudadanos, de que no tuviésemos voz ni voto en las decisiones que construyeron a esa Colombia que nos acostumbramos a ver en crisis. 

Pero eso sí, siempre he creído que lo que va bien, por inercia e ímpetu, mejora, como empezó a suceder con el destino de los hombres, mujeres y niños que fueron aislados por la lepra. Eran 5 mil enfermos y otros cientos que estaban sanos, todos contrarios a abandonar en la oscuridad de la zozobra a sus seres amados.

Bien podría decirse que el amor propio y colectivo se transformó en fuerza política y social, lo que nos movilizó para alcanzar el sueño de tantos: el reconocimiento de Agua de Dios como un municipio y no solamente como un sanatorio.

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Carlos Cardona y otros habitantes de Agua de Dios celebran la aprobación de la Ley de 148 de 1961, la cual le regresó a todos los pacientes de lepra sus derechos civiles, políticos y sociales; además,  permitió que a Agua de Dios fuera constituido como un municipio del departamento de Cundinamarca, Colombia.

Los inicios formales de ese cambio sucedieron, para sorpresa y dicha nuestra, el 22 de diciembre de 1961, con la sanción de la Ley 148 de ese año. Fue el momento crucial de nuestra historia, pues se nos dio la posibilidad de adquirir el estatus que nunca antes se le había otorgado al territorio. El Gobierno autorizó a la Asamblea de Cundinamarca para crear el municipio de Agua de Dios, reconocerlo como una entidad administrativa bajo su jurisdicción. Eso iba a permitir tener alcaldía, secretarías y organismos de control. También era un paso para mejorar nuestra libertad como colombianos y, por encima de todo, como humanos.

La oficialización de esto que le cuento,  se dio dos años después de promulgada la ley, cuando por fin se creó el municipio, cuando ya quedaba sobre el papel nuestra nueva identidad, mediante la Ordenanza 078 del 29 de noviembre de 1963.

Las labores aún no terminaban, hay que decirlo. Hubo felicidad y también confusión, porque ya no dependíamos más de las directivas del sanatorio, teníamos que organizar elecciones para conformar nuestro primer Concejo municipal y acomodarnos al régimen administrativo que para la época funcionaba: el de alcaldes nombrados por decreto desde el Gobierno.

Hubo gente que se fue, porque estaban en su derecho y de algún modo buscaban recuperar el pasado que se les había negado cuando los desterraron de sus lugares natales. Otros simplemente querían vivir algo nuevo. Eso lo respetamos.

Los que decidimos seguir en Agua de Dios continuamos con espíritu de transformación. 1966 fue el tercer año clave de nuestra nueva historia. ¿Por qué? Se nombró al primer mandatario, José Manuel Hurtado. Además, se conformó el primer Concejo municipal, compuesto por once curules, incluyendo la mía.  Entre los concejales estuvieron los liberales Griseldino González, Alirio Zarasa, Daniel Quiroga; los conservadores Juan Antonio Mora, Ricardo Echeverry y José Roberto Roa; Marcolino Prieto, de la Alianza Nacional Popular (ANAPO), y Daniel Cabarcas, mi compañero del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL).

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Pintura de Jose Ángel Alfonso, basada en una pintura de Carlos Vargas, que retrata a los primeros 11 miembros del Concejo Municipal de Agua de Dios en 1966. Entre los presentes están los liberales Griseldino González, Alirio Zarasa, Daniel Quiroga; los conservadores Juan Antonio Mora, Ricardo Echeverry y José Roberto Roa; Marcolino Prieto, de la Alianza Nacional Popular, y Daniel Cabarcas y Carlos Cardona López, del Movimiento Revolucionario Liberal.
 

Para esa época no se pagaba a los concejales. Ya sabrá usted que no recibí un solo peso por mi labor, pero no era algo que importara. Era un cargo sin costo para el Estado y de vocación para nosotros.
 

Ese primer Concejo fue duro porque los cambios para Agua de Dios no podían y no debían detenerse. Las obras de alcantarillado eran deficientes, la luz también, tanto que las luces amarillas no alcanzaban ni cinco metros por bombilla; y el acueducto era solo dos horas al día. Las calles estaban sin pavimentar y tampoco teníamos la secundaria completa.

 

Agua de Dios era pobre, sin rentas propias, y  no cumplía con dos de las condiciones que debía tener un municipio: la población y el presupuesto. Por eso fue que en la Ley 14 de 1964 se ordenó que en el presupuesto nacional se incluyera un auxilio económico especial para nosotros (mientras tomábamos impulso para prosperar).  Los 100 años de atraso, desde la fundación del pueblo en 1870 hasta su declaración como municipio libre, se sentían y se veían en que nos faltaban herramientas para crecer. Para darle un ejemplo: si queríamos hacer una obra tocaba pedirle prestada una volqueta o una retroexcavadora al departamento de Cundinamarca por una semana. 

 

Y pues, con el cambio de condición, es decir, de pasar de sanatorio a municipio, a los aguadioscenses les tocó pagar luz y agua, con lo que nos llovían madrazos a los concejales. Pero teníamos que trabajar, porque, de lo contrario, nunca seríamos independientes.

 

Lo que más me acuerdo es que existía un estigma exagerado en esa época sobre la enfermedad. El sano podía vivir, salir y entrar a Agua de Dios. Pero el rechazo seguía. La ignorancia se mantenía y el pueblo no arrancaba.

 

El ser de ahí era aún mitificado y hasta mal visto. Muchos no querían ser registrados en el municipio o simplemente ocultaban sus vínculos en público. Incluso había quienes no dejaban que sus carros tuvieran las placas con el nombre del pueblo, quizás para evitar una especie de maldición que para entonces traía todo lo que fuera alcanzado por la lepra.

Y también influía la forma en que las autoridades se referían a los pacientes. El entonces Ministerio de Salud Pública mantuvo la “campaña antileprosa”, con el funcionamiento de albergues, dispensarios dermatológicos y preventorios, que era a donde llevaban a los niños sanos, pero con algún familiar con lepra.

Persona curada de lepra, pero con marcas físicas de la enfermedad, camina triste tras sentirse estigmatizado por una habitante de Bogotá en la década de 1960.
 

Aunque es cierto que en la actualidad los términos para referirse a los enfermos de Hansen se han transformado, persiste el estigma y la discriminación frente a la enfermedad y los pacientes, por dos razones en específico: primero, la desinformación de la comunidad que mantiene creencias erróneas sobre la enfermedad y, segundo, las deficiencias en la articulación de los actores involucrados en el control de la misma. Este último punto dificulta la promoción de acciones conjuntas para la reducción del estigma y la discriminación, pues no hay coherencia en el mismo ecosistema de salud. Así lo indica el Plan Estratégico Nacional de Prevención y Control de la enfermedad de Hansen 2016 - 2025.

 

Sepa usted también que esta discriminación, estigma y prejuicios que rodean a la enfermedad continúan obstaculizando los esfuerzos para detener aún más su transmisión, no solo en nuestro país, sino en todo el mundo. De acuerdo con los datos de 2021 publicados por la Organización Panamericana de la Salud, se notificaron 210 mil nuevos casos anualmente, de los cuales 15 mil son niños. El 80% de los casos se encuentran en India, Brasil e Indonesia. Además, se han notificado casos de lepra en 24 países de las Américas, algunos con más de 100 casos por año, entre los cuales está nuestro país, junto con Argentina, Cuba, México, Paraguay, República Dominicana y Venezuela.

 

En Colombia, aunque en 1997 se alcanzó la meta de eliminación de la enfermedad a menos de un paciente por cada 10.000 habitantes, en el análisis territorial para 2015 se evidencia que persisten municipios con prevalencias superiores a esta meta, es decir, con un número de casos mayor.

 

Además, para el tercer trimestre del 2020 se reportaron 136 casos nuevos, según datos del Ministerio de Salud y Protección Social.

 

Las entidades territoriales que presentaron el mayor reporte de casos nuevos durante todo el año fueron nuestro dulce Valle del Cauca, el colorido Santander y su vecino caluroso, Norte de Santander.

En general, como ve con este recuento, todo el país ha tenido que enfrentar las duras realidades asociadas a la lepra. Para mi bello Agua de Dios, como le contaba, el respaldo de tener instituciones propias e identidad como municipio fue una base para que entre todos comenzáramos a superar las consecuencias de la enfermedad. Eso sí: la fuerza siempre estuvo dentro de nuestros corazones. Y ahí, poco a poco fuimos avanzando. Crecieron las familias, nos fuimos educando mejor y abrimos nuevos caminos para emprender (como le contaré en la última carta).

Me acuerdo del 10 de agosto de 1970, cuando celebramos nuestro centenario. Como ya veníamos con varios años de libertad, de apertura, pudimos hacer la fiesta municipal más importante en nuestra historia, con la participación de orquestas, turistas y el liderazgo de las colonias departamentales, demostrando un altísimo nivel de colaboración entre los habitantes.

Los procesos siguieron y se fueron adaptando al acontecer político del país, como sucedió en 1988, cuando se realizó la primera elección popular de alcaldes. Nuestra primera dirigente escogida por votos fue Nancy Patricia Gutiérrez, quien en los últimos años ha sido congresista y Ministra del Interior de Colombia.

Y nosotros seguimos trabajando en planes de educación, cultura y bienestar que puedan ayudarnos a salir adelante. Al menos ya tenemos un presupuesto más amplio que nos permite generar impacto real en nuestras necesidades. Vea usted que para septiembre de 2020, el municipio reportó un patrimonio superior a los 32 mil millones de pesos, de los cuales 5,5 mil millones fueron destinados al gasto social.

Sabemos que tenemos mucho que ofrecer y podemos desarrollar empleo en sectores que han generado grandes ingresos para municipios vecinos como Tocaima y Girardot. Ahora, dar una oferta turística del pueblo es uno de nuestros objetivos que se ha trabajado de la mano con instituciones como el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), junto al cual se ha generado publicidad atractiva, formalización y educación para los emprendedores.

 

Además, el Fondo de Promoción Turística de Colombia de 2012 nos incluyó dentro del paquete creado para los visitantes que vienen a la zona de Alto Magdalena, para que puedan acceder a los baños termales tan deliciosos que tenemos. Y pues nuestra historia también entra en el proceso para resurgir, para entender lo que es hoy Agua de Dios. 

Después de tanto tiempo queda la satisfacción de que esta gran historia la contamos entre todos y que, además, la estamos cambiando, que nuestro futuro no siempre será marcado por la enfermedad y el pasado oscuro. 

 

Es una bendición que así sea, pues siempre surgirán nuevos detalles sobre lo que somos, lo que seremos y lo que serán quienes nos preceden. Quiero cerrar esta carta reconociendo los lugares del pueblo que se convirtieron en Patrimonio de la Nación con la ley 1435 de 2011, porque es fruto de todos aquellos que caminaron por estas tierras.

Y hay más... En Agua de Dios existen en total 15 capillas, repartidas en la zona rural, albergues y el pueblo.

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Hay conventos, seis museos (que incluye el de arte rupestre), tres escuelas primarias en zona rural y dos colegios particulares, bancos, dos empresas de transporte, cinco polideportivos, tres parques, un ancianato, tres albergues para pacientes con lepra, una biblioteca municipal, diez farmacias, Cuerpo de Bomberos, Defensa Civil y hasta dos empresas de parabólica que suministran televisión e Internet.

 El decirlo hace parte de lo que la vida me enseñó y que compartiré con ustedes en la última carta que viene. Es ese valor que aprendí sobre todas las cosas, sobre todas las labores, sobre todas las luchas que radican en la pureza de nuestras almas. 

Cada vez más cerca de la última carta,

 

Carlos.

Presentación sobre los edificios de Agua de Dios declarados como patrimonio histórico y cultural de la Nación colombiana mediante la Ley 1435 de 2011. 

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Los inicios de la década de 1960 dividieron la historia de Agua de Dios con la restitución de sus derechos civiles para los pacientes de lepra, el fin del cerco sanitario y el reconocimiento del territorio como un municipio, y ya no solo como "lazareto", en la jurisdicción del departamento de Cundinamarca.  


La Ley 148 de 1961, promulgada el 5 de diciembre de ese año, determinó que todas las personas enfermas con el bacilo de Hansen tendrían "todos los derechos civiles y políticos y garantías sociales que consagra la Constitución Nacional". También se hizo énfasis en establecer una "campaña antileprosa" basada en la prevención y el tratamiento integral para niños; se mantuvieron los subsidios y se incluyó en el presupuesto nacional un auxilio económico especial para su población.

La ley autorizó a las asambleas departamentales de Cundinamarca y Santander "para crear los municipios de Agua de Dios y Contratación, sin sujeción a las condiciones señaladas por la ley 49 de 1931". A la vez, le permitió al Gobierno adjudicar, a título gratuito, tierras y edificios de propiedad de la Nación, situados en el área urbana de esos dos territorios, para "los enfermos o curados de lepra, de preferencia inválidos, ancianos y estéticamente deformados".

 

Así, en Agua de Dios se empezó una apertura para la participación en política, el intercambio cultural con otras poblaciones y desarrollar su economía. Mediante la Ley 14 de 1964 se estableció que ningún trabajador que contrajera lepra podría ser despedido por esa causa, a menos que, a juicio del Médico Jefe del Dispensario Dermatológico más cercano, la enfermedad fue de tal gravedad que le impidiera continuar labores normalmente, en cuyo caso tendría derecho a las prestaciones contempladas en las leyes vigentes a la fecha.

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Créditos

Reportería, textos y elementos multimedia:

Alejandra Ramírez Valbuena,

Maria Valentina Chica Guaca, Danna Camila Muñetones Ortiz y

Juan Nicolás Barahona Espinosa.


Asesor de la investigación:

Juan Camilo Hernández Rodríguez

Ilustraciones:

Cristian Felipe Herrera Duque @cristofer215

Agradecimientos a

Luis Carlos Cardona López y su familia; Hernán Moya Ortiz, historiador, curador del Museo Médico de la Lepra y miembro del equipo del Archivo Histórico del Sanatorio de Agua de Dios; Dionne Cruz, presidenta de la Asociación Colombiana de Salud Pública; Alice Cruz, relatora especial de la ONU para la eliminación de la discriminación contra las personas afectadas por la lepra y sus familiares; Jaime Molina Garzón, periodista, fundador y director del periódico Plumas del Poder, de Agua de Dios; y a Edgar Alejandro Rodríguez Gómez y Ángel María Cucuñame, miembros del Centro de Memoria Histórica de Agua de Dios.

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Para este capítulo se consultó información documental del Sistema Único de Información Normativa del Estado colombiano; del Ministerio de Salud y Prevención Social; la Gobernación de Cundinamarca; la Alcaldía municipal de Agua de Dios; la Contraloría Departamental de Cundinamarca; el Fondo de Promoción Turística de Colombia y la Organización Panamericana de la Salud.

Capítulo 7:

La nueva historia

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